martes, octubre 24, 2006

Días de Cine

Carro Alegórico: Yo soy la cuarta niña de izquierda a derecha
Recuerdos en torno al Teatro Municipal de mi ciudad

Homologando la estupenda película de Woody Allen, “Días de Radio”, imaginándomela también con un soundtrack jazzístico de los años 30, para mi uno de los atractivos de sus principales películas, voy a revivir mis años, aquellos años en que el cine era una de mis principales atracciones.
Este amor por el cine nació, siendo muy pequeñita, viendo las películas que nos daban en la matinée, sagrada de los fines de semana, y a la que asistíamos todos los hermanos (somos varios), tras intensas negociaciones en las que yo, la más chica, era la portavoz entre ambos padres, cada uno diciendo, “pregúntale a tu papá” o viceversa, para conseguir el permiso y el financiamiento consabido. Mirándolo desde la perspectiva del tiempo, estoy segura que ellos sabían desde el comienzo que el permiso iba a ser positivo, pero les gustaba hacernos “sufrir” un poco, seguramente riéndose para adentro.
Y ahí partíamos raudamente al teatro (no era llamado cine entonces, y era en realidad un teatro, con escenario, foso para la orquesta, platea alta y la llamada galería más arriba). Y henos ahí, al son de la magnífica Marcha de los Nibelungos de Wagner que el teatro ponía a todo volumen, entrando con expectación al cine. Se exhibían al menos dos películas, combinando una de cowboys, una musical, una mexicana, de guerra o de aventuras, sin faltar al final la serial que nos dejaba con el alma en un hilo hasta la semana siguiente y la cómica Merry Melodies.
Pero a mi definitivamente las que más me gustaban eran las musicales….
Eran películas para niños y teníamos que sentarnos en la platea baja, debajo de la alta y galería, ya que los nenes se dedicaban especialmente en el entretiempo, a lanzar hacia abajo papeles de caramelos y otras basuras varias, que valía más la pena eludir. Eso si, uno quedaba a merced de que en el fragor de una batalla entre indios y vaqueros, justo cuando llegaba la caballería del ejército a salvarlos, los de “arriba” zapateaban excitados desprendiéndose polvo y más de alguna arañita. El ruido era ensordecedor.
Los rollos con las películas que se distribuían en esa época eran pocos y me imagino que debían hacer un largo recorrido entre la capital del país y las ciudades menores. Por eso llegaban muy tardíamente a nuestras localidades. Recuerdo cuando llegaban los rollos, a veces atrasados para la función, seguramente por la tardanza del tren.
Una vez no obtuvimos el financiamiento deseado y un primo que estaba de visita, más osado que nosotros, nos propuso “colarnos” en el cine sin pagar. Lo intentamos varias veces, pero no hubo caso con el portero implacable y siempre atento. Ya había empezado la función cuando por fin el portero nos dejó entrar. La sala totalmente a oscuras, veníamos cegados por la luz del sol, no calculamos bien y nuestro primo casi se cayó al foso de la orquesta. Aturdidamente no atinó sino a sentarse sobre ¡las faldas de una niñita!, que protestó indignada.
Con este mismo primo quedábamos muy motivados después de ver alguna de esas entrañables películas de aventuras y después atropelladamente nos decía tartamudeando: a mi hermano: tuuu, vaas a seer el bandido, yoo, el jovencito y tú (yo), laaa nniiiña y partíamos rodando nuestra propia película.
Recuerdo que me impactó mucho en esos días la película “Cuando los Mundos Chocan” (When Worlds Collide) de 1951, viendo al malvado millonario inválido, levantarse de su silla de ruedas impotente al ver partir la nave financiada por él para salvarse de la colisión.
Teníamos un tío sacerdote, párroco en un pueblo cercano. Él exhibía películas a sus feligreses y también traía a nuestra casa el proyector y algún rollo de película que veíamos en nuestro propio hogar. Es lo más cercano que nunca he estado de ese mágico mundo. Creo que alguna vez también nos filmó, pero de eso no quedó ninguna huella.
El Teatro Municipal estaba frente a la Plaza de Armas de la ciudad. En esos días y todos los años, se hacía la Fiesta de la Primavera. Había fiesta en la plaza, reina y desfile de carro alegóricos. En una de esas fiestas me correspondió ser dama de honor de la reina infantil. El pasearse en un carro alegórico en compañía de mi propio paje alrededor de la plaza y ante toda la ciudad, más un acto de gala en el Teatro Municipal, etc, etc., me sirvió para sentirme tan, tan importante…esos fueron “días de gloria”.
Uno de esos años para una de esas fiestas, los hermanos estábamos junto con nuestra niñera, casi tan niña como nosotros, en la plaza. Desde el edificio del Teatro Municipal estaban animando el “show”: - ¿Algún voluntario quiere venir a cantar?, preguntó el animador. Sin saber cómo y liderados por la niñera niña estábamos ante el micrófono. Allí, junto con otros voluntarios, dos suplementeros(vendedores de diarios), nos disponíamos a entonar alguna canción cuando alguien miró hacia abajo y, ¡horror!, nuestros padres nos estaban buscando porque la hora permitida ya había pasado hacía rato. El castigo consecuente hizo que murieran varias vocaciones musicales…. Y de musicales volveré a hablar en otro post.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Qué linda anécdota. Muchas gracias por compartirla

Ruy

viejana dijo...

Ruy:
Te habías desaparecido de este mundo bloggero. ¡Qué gusto saber de ti!. Bueno, tengo muchos otros recuerdos de mi niñez que podría compartir.Ya anuncié algo relacionado con las películas musicales propiamemte tal. En cuanto a Cats, ya ves que tuve una enorme suerte de quedar en las mejores localidades y disfrutar a concho el espectáculo. En relación con Víctor, Victoria, no te la pierdas. Al menos la versión argentina que yo vi (de la cual es una pálida imagen el video que subí), es muy buena, divertidísima y con unos excelentes números musicales. No puse en mi post que el espectáculo comienza en la misma sala, ya que la platea estaba ambientada, tal como la obra, en un cabaret en el París de los '30, con mesitas cada una con una tenue luz proveniente de una pantalla roja.

Anita dijo...

Hermoso, tu recuerdo logró transportarme, e irremediablemente lo relacioné con relatos de mis padres y con la película "Cinema Paradiso". Ahora me explico tu amor por los musicales. Todo parte de nuestra niñez. Gracias por tu visita, siempre me alegra. Tienes una gran sensibilidad. Besos de Heidelberg.